LA RELACION PADRE-BEBE:
UNA REVISION BIBLIOGRAFICA
Dra. Alicia Oiberman
Psicóloga concurrente. Consultorio Docente de Atención Pediátrica Primaria
Hospital Materno Infantil Ramón Sardá
Resumen
Tanto la maternidad como la paternidad son
procesos complementarios que se desenvuelven
dentro de una estructura cultural y familiar existentes.
Desde el punto de vista de la biología, el papel del
macho es el de propagar la especie. Pero la conducta
humana excede dicha función. Si bien en la mayoría
de las culturas el padre tiene un rol secundario
en la crianza de los hijos, no podemos decir que es
la madre la única con la posibilidad de estar a cargo
de sus descendientes.
Históricamente, a diferencia de la madre, las
funciones del padre dentro de la familia estuvieron
más alejadas de las raíces instintivas, modificándose
en las distintas épocas.
Se han producido cambios en el rol paterno a lo
largo de la historia. Hacia fines del siglo XIX aparece
el padre como modelo de moral cristiana, más tarde
aparece el padre como soporte económico.
Alrededor de la década del 30, emerge un padre
como modelo de identificación sexual. Es a partir de
los años 70 que aparece el padre nutricio o mejor
dicho la etapa del amor paternal.
Numerosas investigaciones dan cuenta del hecho.
No sólo la causa del cambio tiene relación con
la incorporación de la mujer al mercado laboral,
sino que esta actitud del hombre hacia sus hijos,
está relacionada con una nueva visión de su identidad
masculina.
Palabras claves: paternidad-bebé- primera infancia.
l. Introducción
Ser padre es un proceso gradual que comienza
con la decisión de tener y hacerse cargo de un niño.
Tanto la maternidad como la paternidad son
procesos complementarios que se desenvuelven
dentro de una estructura cultural y familiar existentes.
Tradicionalmente los padres –en nuestra cultura–
tenían el rol de ser los proveedores del soporte
material de los hijos y de la esposa. Esta concepción
ha ido transformándose en los últimos 30 años: la
incorporación de la mujer al mercado de trabajo y
una nueva visión del hombre fueron los hitos principales
para esta transformación.
La palabra “padre” proviene del latin “pater”, y
significa “varón o macho que ha engendrado” según
el Diccionario de la Real Academia Española.
Desde el punto de vista de la biología, el papel del
macho es el de propagar la especie. Pero la conducta
humana excede dicha función: si bien en la mayoría
de las culturas el padre tiene un rol secundario
en la crianza de los hijos no podemos decir –desde
el punto de vista biológico– que es la madre la
“única” con la posibilidad de estar a cargo de sus
descendientes.
Escasas culturas en el mundo son la excepción a
esta idea.
En efecto, los Trobrianders de Melanesia participan
en el cuidado, alimentación y sostenimiento de
sus hijos. De igual manera lo realizan los Tauro de
Okinawa y los Ilocos de las islas Filipinas.
En cuanto a las distintas especies animales, nos
encontramos con diferentes conductas entre los
machos en lo referente a las crías.
Algunos fertilizan los huevos a través de una
conducta de cortejo, o seguido por un contacto con
la hembra y la cría.
Entre los mamíferos se encuentran conductas
parentales activas en el cuidado de la prole. Por
ejemplo, entre los roedores, es el macho quien lava
a sus hijitos, o ante la destrucción del nido, ayuda a
la hembra en su traslado.
En efecto, se puede observar cómo para algunas
especies animales, la conducta parental excede la
función de procreación, poniendo en evidencia comportamientos
de cuidado y protección de la cría, al
igual que la especie humana.
En esta última, la paternidad no es solamente un
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logro biológico sino que supera la función de procreación,
modificándose de acuerdo a las condiciones
históricas y culturales.
La raíz biológica de la paternidad se situa en la
pulsión instintiva de supervivencia, es el deseo del
hombre sobrevivir en el hijo, otorgándole su nombre.
A pesar que durante muchos años el padre fue
una necesidad biológica, pero un accidente social,
la paternidad puede ser definida como el proceso
psicoafectivo por el cual un hombre realiza una
serie de actividades en lo concerniente a concebir,
proteger, aprovisionar y criar a cada uno de los
hijos jugando un importante y único rol en el desarrollo
del mismo, distinto al de la madre.
La relación padre-niño es un doble proceso por el
cual el hijo influencia sobre el padre y este último
sobre el niño.
La paternidad es tan enriquecedora para el hijo
como para el padre.
Escribe Ajurriaguerra(1): “Por el juego de las identificaciones,
el padre es a menudo él mismo, y lo que
los padres ofrecen a sus hijos, no es sólo lo que ellos
eran, sino también, el reflejo de lo que han llegado a
ser a través del hijo” (pág. 771).
2. La paternidad: algunos antecedentes
en los últimos cien años
Históricamente, a diferencia de la madre, las
funciones del padre dentro de la familia estuvieron
más alejadas de las raíces instintivas, modificándose
en los distintas épocas.
A pesar de no poseer la evidencia biológica de la
maternidad, su rol estuvo siempre escrito en la ley
social. Su función simbólica era tan fuerte, que él
podía prescindir de las relaciones privadas con el
hijo (Castelian-Meunier en l99l)(2).
Un estudio realizado por M. Lamb(3-4), expresa
muy claramente los cambios producidos en el rol
paterno en la historia norteamericana. Con algunas
variaciones, el mismo puede reflejar las características
de dicha evolución en la sociedad occidental
en su conjunto:
Padre como modelo de moral cristiana
Esta etapa se extiende desde la época colonial
hasta fines del siglo XIX. El principal rol paterno era
otorgar a sus hijos una educación cristiana. Un buen
padre era aquel que trasmitía la imagen y el modelo
de “buen cristiano”. La educación cristiana y las
buenas costumbres eran entonces, su tarea fundamental.
Padre como modelo de soporte económico
(comienzos del S. XX)
La industrialización condujo a un modelo diferente
de padre. La necesidad imperativa del hombre
de pasar la mayor parte de su jornada en las fábricas,
produjo un cierto cambio en la conceptualización
del rol paterno. Su función principal fue la de
constituirse en el soporte económico de la familia,
delegando en manos de la madre la crianza y educación
de los hijos. Un “buen padre” era aquél que
proveía materialmente a sus hijos.
Padre como modelo de identificación sexual
A partir de la década del 30, y como resultado de
la Gran Depresión (l929), y más tarde aún, luego de
los cambios producidos por la Segunda Guerra Mundial
(l939-l945), surge en los países occidentales una
nueva concepción de la paternidad.
En efecto, la crisis de los años 30 produjo un
enorme disloque en las estructuras familiares, ya
que,en general, fue el padre quien se quedó sin
empleo. Por lo tanto, el rol de proveedor era difícil
de ser cumplido.
Por otra parte, la partida de los hombres al ejército
durante la Segunda Guerra Mundial, dejó puestos
de trabajo –exclusivamente masculinos– que
comenzaron a ser ocupados por mujeres. Los roles
empiezan a cambiar. La necesidad de un modelo
paterno y la ausencia del mismo son vividas muy
dramáticamente por los hijos, especialmente varones,
en aquellos países que sufrieron las consecuencias
de la guerra.
Investigadores del tema, tales como Levy (l943)(5)
y Strecker, en l946(6), expresan la necesidad de la
sociedad americana de esa época, de contar con un
fuerte modelo parental, en beneficio del bienestar
psíquico de los niños.
Padre “ nutricio”, o etapa del amor parental
(años 70)
Es sobre todo en la década del 70 cuando surge
una nueva imagen paterna. El padre ocupa un espacio
mucho más importante en la crianza de los hijos.
En parte, la incorporación de la mujer al mercado
de trabajo, y por ende, su salida como “reina del
hogar”, ha provocado la aparición de un nuevo modelo
de pareja parental. Ambos comparten habitualmente
las tareas del hogar y la crianza de los hijos.
Por otro lado, la llamada “ revolución masculina”
de fines de este milenio ha influenciado en este
cambio de actitud del hombre hacia sus hijos.
En efecto, una nueva generación de padres descubrió
–a diferencia de sus predecesores– que po•
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dían cambiar al bebé, acariciarlo, alimentarlo,
jugarle, y todo ello sin perder su virilidad.
Así es como comenzaron a cambiar diversas costumbres:
por ejemplo, se incluyó al padre en el
momento del parto y, en algunas sociedades se
instituyó la licencia optativa por paternidad (Suecia
es uno de los países pioneros en estos cambios).
En la vida cotidiana cada vez es más común
observar padres llevando sus bebés en brazos, subiendo
con ellos a los medios de transporte o llevándolos
a las plazas.
Incluso, desde la publicidad, hay en juego una
nueva imagen masculina que intenta servir de modelo.
Podemos pensar que un pionero de este cambio
fue Charles Chaplin, en la película The Kid (El
pibe) realizada en los años 20, donde se encuentra
un hombre muy modesto que encuentra a un bebé y
es él mismo quien lo cría solo, llevándoselo a vivir a
su casa.
Sintetizando, vemos cómo el padre se va alejando
de su antigua imagen construyendo una nueva.
Dice Badinter (7): “ El amor paternal está haciendo
su aparición en la historia de los sentimientos, luego
de haberse despojado de su imagen autoritaria” (pág.
304, l980).
3. El hombre y su masculinidad
Uno de los hechos más notables del fin de este
milenio es el cambio que se está produciendo en
forma “subterránea” entre los hombres. Pues no se
puede pensar que la causa de la aparición del amor
paternal tiene relación sólo con la incorporación de
la mujer al mercado laboral. Este cambio en la actitud
del hombre hacia sus hijos está relacionado con
la identidad masculina.
Trabajos de diversos investigadores, como
Badinter (l992)(8) y Sinay (1994)9, demuestran el
interés que ha tomado este tema, llamado la “Revolución
Masculina”. Este movimiento de los hombres
es considerado por muchos autores el primer proceso
social postmoderno.
El mismo intenta recuperar al hombre natural, ya
que –según sus seguidores– desde la época de la
revolución industrial en adelante, el hombre fue
alejado por la cultura y los mandatos educativos de
lo “masculino profundo”.
“Ese alejamiento ha traído una herida profunda en
el alma masculina, una congoja dolorosa y silenciosa
que no deja de ahondarse”(Sinay)(9).
Según este enfoque, el hombre de la era
industrialista ha sido convertido en una máquina
productiva y por lo tanto, en ese camino se alejó de
sus hijos y también de sus propios sentimientos.
Durante este siglo el camino de la paternidad ha
estado estrechamente ligado al transitado por los
hombres. En la segunda mitad de este siglo, los
hombres han atravesado tres modelos:
3.1. En los años 50 surge el “macho” fuerte, de
pocas palabras y mucho silencio; proveedor y
sin demasiados espacios para desarrollar su
sensibilidad. Este hombre cumplió el rol de
padre “nutricio” con sus hijos, pero manteniéndose
alejado de ellos.
3.2. Al calor del feminismo, de los movimientos
pacifistas en los años 60 aparece un “hombre
cuestionador” (Sinay, l994)(9). Es en estos años
cuando se introdujeron nociones más flexibles
y reflexivas sobre la paternidad.
3.3. En los 70 hizo su aparición el “hombre sensitivo”,
quien comenzaba a tomar conciencia de su
responsabilidad con la naturaleza y con los
hijos. En esta década, el hombre aparecía como
más débil frente a la mujer, pues, si bien atendía
los reclamos más sensibles, no planteaba
sus propias necesidades.
En el terreno de las investigaciones, las mismas
se refirieron a la capacidad del padre de estar junto
a sus hijos, pero equiparando e igualando sus funciones
a las de la madre, sin llegar a captar cuáles
eran específicamente las funciones paternales que
colaboran con el desarrollo del hijo. En efecto, observamos
que la capacidad paternal quedó reprimida
en pos de un rol que la sociedad ha marcado.
Generaciones enteras de hombres tuvieron a padres
que les mostraban su “blindaje”. Trataban a
sus hijos –especialmente varones– de la única manera
en que habían aprendido a tratar a otro varón.
Sin embargo estas concepciones comienzan a
cambiar. La revolución de la masculinidad –fenómeno
que se perfila como un hecho social del fin del
Siglo XX– tiene como uno de sus ejes principales el
cambio del rol paterno.
Pues si bien sabemos que sólo una mujer puede
convertir un embrión en niño, sólo un hombre puede
convertir a un niño en hombre.
Para ello es necesario que el hombre recorra un
camino: el del redescubrimiento de las auténticas
potencialidades masculinas no ejercidas.
La relación padre-bebé: una revisión bibliográfica • A. Oiberman • 69 •
4. Paternidad:
distintas conceptualizaciones
En los últimos 30 años diversos conceptos surgieron
de distintos investigadores, fortaleciendo la
idea del “nuevo padre”. Este concepto, tiene su
origen en trabajos realizados por antropólogos, investigadores
con enfoque psicoanalítico y otras líneas
de trabajo. (Greenberg y Morris, l982(10); Munder
Ross, l982(11); Rascovsky, l98l(12)).
Las siguientes son algunas de estas conceptualizaciones:
a) El modelo de “nuevo padre” (New Father)
En términos generales, se define como “nuevo
padre” a aquél que se compromete con los cuidados
y la crianza de sus hijos biológicos. Así, los elementos
que integran la nueva conducta paternal son: la
interacción, la accesibilidad, la responsabilidad.
Interacción: se conceptualiza tomando en cuenta
el tiempo que el padre comparte con su hijo realizando
actividades conjuntas.
Accesibilidad: es la posibilidad que tiene el niño
de contar con el padre para interactuar.
Responsabilidad: se refiere a la función que asume
el padre en lo referente a las actividades de los
niños, como por ejemplo, escolaridad, salud, reuniones
sociales, etc.
En relación al último componente, investigaciones
realizadas demostraron que existe un mayor
tiempo de dedicación de los padres a actividades de
interacción, en detrimento de actividades de responsabilidad,
que caen cotidianamente en manos
de las madres. (Yodman, l982 )(13)
Otras investigaciones realizadas en EE.UU., demostraron
lo siguiente:
Comparando el tiempo que los padres pasaban
junto a sus hijos, entre l977 y l98l, el mismo aumentó
un 7% (Yogman, l982)(13). Ello implica que la actividad
materna se mantuvo con pocos cambios en
estos años, mientras que ocurrió lo contrario con
los padres.
b) El padre como agente emocional
del recién nacido
Parke y Tinsley (l987)(14) demostraron que el esposo
actúa como soporte emocional de la madre en
el período posterior al nacimiento del bebé. Esto ya
fue planteado por Winnicott (l975) al considerar
que la madre, para ofrecer un buen “holding” a su
bebé necesita ella misma estar adecuadamente sostenida
por su pareja.
Según estos autores, las necesidades del bebé
son percibidas por el padre, complementando las
actividades de la madre.
Sin embargo, el nivel de soporte emocional del
padre hacia la madre está alterado, generalmente,
por la extensión del horario de trabajo de los padres,
y la escasa permanencia en el hogar.
De todas formas, el cambio de algunas prácticas
médicas: el ingreso de los padres a la sala de cuidados
intensivos del bebé, la permanencia de bebés
prematuros durante tiempos prolongados en dichas
salas y las frecuentes visitas de sus padres,
son situaciones que produjeron un fuerte impacto
en el compromiso paternal.
c) La concepción psicoanalítica
de la paternidad
Para Freud y sus seguidores es la madre el personaje
más importante en las primeras etapas de la
vida, y representa el objeto privilegiado del amor
del niño. El padre comenzará a ocupar un lugar
importante en su vida psíquica recién en la fase
edípica, y a través de las fantasías de castración. El
padre representa un elemento separador de la díada
madre-niño, insertándose precozmente entre ellos
(Lebovici y Cremieux, l970)(15).
Mahl (l982)(16), quien realizó una revisión de la
evolución de las ideas de Freud a propósito de la
relación padre-hijo, descubrió una temprana psicología
padre-hijo, subyacente a la teoría de la interpretación
de los sueños.
En efecto, fue este autor quien descubre –investigando
en la temática de los sueños analizados por
Freud– aspectos teóricos acerca de la relación padre-
hijo que van más allá del descubrimiento del
complejo de Edipo.
Sin embargo, con excepción de Mahl, la mayoría
de los trabajos de orientación psicoanalítica han
dado como seguro que es la madre quien tiene un
rol esencial en los primeros años de vida del niño.
Ella es la intermediaria necesaria entre el padre y el
niño (Winnicott, l975)(17).
Para Lacan (l966)(18), el padre es quien se introduce
entre la madre y el niño, provocando su separación
y permitiendo al hijo su acceso al mundo exterior.
El padre es la representación simbólica de la
ley y la autoridad.
En resumen, para el modelo psicoanalítico, el
padre representa el mundo exterior, la autoridad y
la ley. Su relación con los hijos está intermediada
por la madre siendo ella la figura esencial en las
primeras etapas de la vida.
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5. La perspectiva de la
investigación sobre el paternaje:
Estudios sobre la
interacción padre-hijo
Lamb M (l980)(3), ha sido uno de los primeros en
trabajar e investigar la relación padre- bebé. Cuestiona
el concepto de Freud de que la relación madrehijo
es única, y el prototipo de las futuras relaciones
de amor. Sugiere como más razonable concebir el
desarrollo de la personalidad del niño, en el contexto
del sistema familiar en el cual el bebé se integra,
relacionándose con la madre, el padre y los hermanos.
Este investigador estudia la naturaleza del vínculo
padre-bebé. De acuerdo a sus estudios, durante el
primer año, los comportamientos de apego no varían
significativamente entre la madre y el padre. Pero, los
niños se relacionan con ambos padres en forma diferente.
Para lograr protección, ellos buscan primero a
la madre que al padre. Pero en situaciones tranquilas,
desde los l3 meses en adelante, se apegan a ambos
padres indistintamente. Los varones desarrollan preferencias
por su padre en el segundo año de vida.
Así como Lamb, otros investigadores han demostrado
que los lactantes viven de manera diferente
las experiencias que aportan sus madres y sus padres
(Kestenberg, l98l)(19).
Las interacciones padre-bebé tienen un caracter
más físico, más estimulante que la interacción madreniño.
Los padres realizan con sus hijos juegos más de
índole física que las madres.
La investigación de Power y Parke(13) realizada con
padres y bebés de ocho meses, concluyó que las
madres juegan con sus hijos mostrándoles un juguete,
hablándoles o moviéndoles el osito, mientras que los
padres realizaban juegos físicos con sus hijos.
Comportamiento paterno con respecto al sexo
Es Russell G (l978)(20) quien plantea que el rol del
sexo juega un importante factor en relación a la
participación del padre en el cuidado del niño pequeño.
El escribe que aquellos padres “androgynous”
participan más en los cuidados de los hijos de aquellos
padres descriptos como masculinos (25 % más
que los otros que sólo participan un l0%)
En relación al sexo de los hijos, se ha comprobado
la diferencia de comportamiento de los padres
frente a los niñas y a los varones (Block, l979)(21).
Varones y mujeres reciben diferentes mensajes de
sus padres, especialmente de sus papás: para los
varones el mensaje es “hazlo bien”, para las
niñas,“tómate tu tiempo” (Parke)(13).
En efecto, los padres pasan más tiempo con sus
hijas brindándoles más ayuda y protegiéndolas frente
a situaciones de competencia, mientras exigen a
sus hijos varones más conductas de éxito.
Por otra parte, siguiendo las investigaciones de
Berman y Pedersen(l987)(22), se comprobó que aquellos
bebés que alrededor de los cinco meses de edad
mantenían un estrecho contacto con el padre, podían
llegar a gozar de la presencia de otro adulto sin
mayores dificultades.
Los trabajos de Kotelchuk (l976)(23) comparando
tres grupos de niños, un grupo muy apegado al
padre, el segundo con una relación no tan estrecha
y un tercer grupo con padres desinteresados, demostraron
lo dicho anteriormente: aquellos niños
con estrecho contacto con el padre, aceptaban mejor
las situaciones y las personas extrañas.
Además de estos descubrimientos, la presencia
sistemática del padre desde los primeros meses de
vida del bebé estimula la relación del niño con sus
padres y su propia habilidad para hacerse de amigos
(Waters E. et al.)(24).
Se puede concluir que los padres juegan, evidentemente,
roles diferentes de las madres en el desarrollo
de la personalidad de los hijos. Los padres no
pueden ser considerados ocasionales sustitutos
maternos. Ellos interactuan con sus hijos en un
camino único e indiferenciable. Y las interacciones
maternas y paternas, tienen implicancias diferentes
en la vida psíquica de los niños.
6. Estudios de la presencia del padre
en el momento del nacimiento
En las últimas décadas la participación del padre
en el momento del nacimiento fue incrementándose.
Revistas de divulgación publicaron artículos sobre
la influencia positiva en la relación padre-bebé, a
partir de la presencia del mismo en el momento del
parto.
Las investigaciones sobre el tema han tenido en
cuenta las siguientes nociones (Palkovitz, l985)(25):
• El contacto temprano entre el padre y el bebé,
en la sala de partos o en los momentos inmediatamente
posteriores al mismo.
• El contacto extenso, que consiste en las posibilidades
que tiene el padre de interactuar con el niño,
en los días posteriores al parto, ya sea en el hospital
o en el hogar.
Con respecto al contacto temprano se observó
que el mismo incrementa y facilita el amor paternal.
La relación padre-bebé: una revisión bibliográfica • A. Oiberman • 71 •
Los padres que tuvieron a sus recién nacidos en
brazos, jugaban más con ellos a los 3 meses de edad,
que aquéllos que no habían participado de la experiencia
.
Sin embargo, otros estudios no encontraron diferencias
en las conductas posteriores de apego entre
los padres que presenciaron el parto y tuvieron un
contacto estrecho con el recién nacido , y los que no
pasaron por dicha experiencia (Greenberg y Morris,
l982)(10).
Según estudios transculturales, sobre l20 culturas
diferentes, tan sólo el 27% admite la presencia
del padre en el momento del parto (Palkovitz, l985)(25).
Un estudio particular: el “ engrossement”
En lo referente al contacto temprano, los estudios
de Greenberg y Morris (l0) arrojaron resultados
altamente satisfactorios.
En efecto, estos autores descubrieron –a través
de un estudio realizado sobre dos grupos de quince
padres: un grupo que participó en el parto y el otro
que no lo hizo– lo que ellos han denominado el
“engrossement”.
Para nuestra lengua no existe un vocablo que lo
pueda traducir. Esta expresión implica varias cosas
para el padre en el momento del nacimiento del hijo:
Se trataría de un potencial innato que tiene el
padre y se desarrolla en el momento del nacimiento.
Implica:
• estar totalmente absorvido por la presencia del
bebé.
• manifestar preocupación e interés ante el nacimiento
del hijo.
• expresar una emoción intensa ante el nacimiento.
• sentir una intensa y característica emoción al
verse convertidos en padres.
Este trabajo –exclusivamente basado en cuestionarios
entregados a los padres, tanto a los que
habían presenciado el parto como a los otros– arrojó
los siguientes resultados:
El 97% (27 sobre 30 padres) definió su propio
sentimiento paterno de medio a alto.
El 67% (20 sobre 30 papás) lo “verificó” inmediatamente
después del nacimiento. En este caso la
pregunta consistía en: “¿Cuándo se dieron cuenta
que el niño era suyo?”
El 97% (29 sobre 30 hombres) estaban satisfechos
con el sexo del bebé.
El 90% se consideraba capaz de distinguir sus
hijos de los otros. Los que presenciaron el parto lo
podían reconocer siempre, mientras que los otros
sólo podían reconocerlo algunas veces.
Por otra parte, ambos grupos no pudieron distinguir
el llanto de su bebé del de los otros (7 sobre 30
padres) y tampoco podían atribuír al llanto un determinado
significado (59%).
El 90 % estaba de acuerdo en compartir con la
mujer el cuidado del bebé.
Y el 77% se consideraban dispuestos a tomar el
bebé en brazos.
De las entrevistas surgieron las siguientes características
del “engrossement”:
1) Conciencia “visiba” del neonato: el padre lo
percibe como una criatura, como un individuo. Existe
una concientización del bebé, y ello es también
suscitado en el padre a través del rostro del hijo,
que repercute mucho en el padre.
2) Conciencia táctil del neonato: existe de parte
del padre un deseo y placer intenso ante el contacto
fisico con el hijito recién nacido.
3) Conciencia de las características del neonato:
los padres son concientes de las características del
bebé.
4) El bebé es percibido como perfecto.
5) El padre siente un fuerte sentimiento de atracción
en la confrontación con el hijo, que lo lleva a
centrar la atención en el mismo.
6) La paternidad es vivida como una experiencia
de extrema exaltación. Generalmente, en los primeros
momentos el padre esta como “fuera de sí”,con
una sensación de euforia. Casi todos los padres
probaban este sentimiento y lo mantenían hasta los
2 y 3 días después.
7) El padre –ante el nacimiento del hijo– adquiere
un mayor sentimento de autoestima.
“Tengo la sensación de haber obtenido algo de mí,
lo he hecho yo y es mío …” (dice un padre)(10).
Además la normal actividad del bebé y su comportamiento
amplian el “engrossement” del padre.
Sintetizando, se observa lo siguiente:
No hay diferencia significativa entre los padres
que asisten al parto de aquellos que no asisten. Los
primeros contactos con el hijo permiten el desarrollo
de este sentimiento que se intensifica ante la
actividad del recién nacido.
Para finalizar, se puede pensar que el padre es una
presencia vital, desde la cual el niño extrae los elementos
necesarios para articular su propia identidad.
Y, a pesar que el hombre tiene un equipo
psicobiológico innato menos dotado que el de la
mujer en relación a la crianza del bebé, ello no le
impide cumplir un rol en el cuidado del mismo.
Las diferencias en el estilo paternal y maternal
tienen que ver con las contribuciones biológicas
diferentes. La madre y el padre se complementan y
posibilitan mayores efectos en la socialización y
desarrollo del niño.
• 72 • Rev. Hosp. Mat. Inf. Ramón Sardá 1994, XIII, Nº 2
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dellegislador, puestodoslosEstadosquenosehanocupado
suficientementedeestepunto, hanexperimentadogranperjuicio.
Aristóteles (384 a 322 a.C.)
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