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martes, 17 de noviembre de 2009

• 66 • Rev. Hosp. Mat. Inf. Ramón Sardá 1994, XIII, Nº 2


LA RELACION PADRE-BEBE:


UNA REVISION BIBLIOGRAFICA

Dra. Alicia Oiberman

Psicóloga concurrente. Consultorio Docente de Atención Pediátrica Primaria

Hospital Materno Infantil Ramón Sardá

Resumen

Tanto la maternidad como la paternidad son

procesos complementarios que se desenvuelven

dentro de una estructura cultural y familiar existentes.

Desde el punto de vista de la biología, el papel del

macho es el de propagar la especie. Pero la conducta

humana excede dicha función. Si bien en la mayoría

de las culturas el padre tiene un rol secundario

en la crianza de los hijos, no podemos decir que es

la madre la única con la posibilidad de estar a cargo

de sus descendientes.

Históricamente, a diferencia de la madre, las

funciones del padre dentro de la familia estuvieron

más alejadas de las raíces instintivas, modificándose

en las distintas épocas.

Se han producido cambios en el rol paterno a lo

largo de la historia. Hacia fines del siglo XIX aparece

el padre como modelo de moral cristiana, más tarde

aparece el padre como soporte económico.

Alrededor de la década del 30, emerge un padre

como modelo de identificación sexual. Es a partir de

los años 70 que aparece el padre nutricio o mejor

dicho la etapa del amor paternal.

Numerosas investigaciones dan cuenta del hecho.

No sólo la causa del cambio tiene relación con

la incorporación de la mujer al mercado laboral,

sino que esta actitud del hombre hacia sus hijos,

está relacionada con una nueva visión de su identidad

masculina.

Palabras claves: paternidad-bebé- primera infancia.

l. Introducción

Ser padre es un proceso gradual que comienza

con la decisión de tener y hacerse cargo de un niño.

Tanto la maternidad como la paternidad son

procesos complementarios que se desenvuelven

dentro de una estructura cultural y familiar existentes.

Tradicionalmente los padres –en nuestra cultura–

tenían el rol de ser los proveedores del soporte

material de los hijos y de la esposa. Esta concepción

ha ido transformándose en los últimos 30 años: la

incorporación de la mujer al mercado de trabajo y

una nueva visión del hombre fueron los hitos principales

para esta transformación.

La palabra “padre” proviene del latin “pater”, y

significa “varón o macho que ha engendrado” según

el Diccionario de la Real Academia Española.

Desde el punto de vista de la biología, el papel del

macho es el de propagar la especie. Pero la conducta

humana excede dicha función: si bien en la mayoría

de las culturas el padre tiene un rol secundario

en la crianza de los hijos no podemos decir –desde

el punto de vista biológico– que es la madre la

“única” con la posibilidad de estar a cargo de sus

descendientes.

Escasas culturas en el mundo son la excepción a

esta idea.

En efecto, los Trobrianders de Melanesia participan

en el cuidado, alimentación y sostenimiento de

sus hijos. De igual manera lo realizan los Tauro de

Okinawa y los Ilocos de las islas Filipinas.

En cuanto a las distintas especies animales, nos

encontramos con diferentes conductas entre los

machos en lo referente a las crías.

Algunos fertilizan los huevos a través de una

conducta de cortejo, o seguido por un contacto con

la hembra y la cría.

Entre los mamíferos se encuentran conductas

parentales activas en el cuidado de la prole. Por

ejemplo, entre los roedores, es el macho quien lava

a sus hijitos, o ante la destrucción del nido, ayuda a

la hembra en su traslado.

En efecto, se puede observar cómo para algunas

especies animales, la conducta parental excede la

función de procreación, poniendo en evidencia comportamientos

de cuidado y protección de la cría, al

igual que la especie humana.

En esta última, la paternidad no es solamente un

La relación padre-bebé: una revisión bibliográfica • A. Oiberman • 67 •

logro biológico sino que supera la función de procreación,

modificándose de acuerdo a las condiciones

históricas y culturales.

La raíz biológica de la paternidad se situa en la

pulsión instintiva de supervivencia, es el deseo del

hombre sobrevivir en el hijo, otorgándole su nombre.

A pesar que durante muchos años el padre fue

una necesidad biológica, pero un accidente social,

la paternidad puede ser definida como el proceso

psicoafectivo por el cual un hombre realiza una

serie de actividades en lo concerniente a concebir,

proteger, aprovisionar y criar a cada uno de los

hijos jugando un importante y único rol en el desarrollo

del mismo, distinto al de la madre.

La relación padre-niño es un doble proceso por el

cual el hijo influencia sobre el padre y este último

sobre el niño.

La paternidad es tan enriquecedora para el hijo

como para el padre.

Escribe Ajurriaguerra(1): “Por el juego de las identificaciones,

el padre es a menudo él mismo, y lo que

los padres ofrecen a sus hijos, no es sólo lo que ellos

eran, sino también, el reflejo de lo que han llegado a

ser a través del hijo” (pág. 771).

2. La paternidad: algunos antecedentes

en los últimos cien años

Históricamente, a diferencia de la madre, las

funciones del padre dentro de la familia estuvieron

más alejadas de las raíces instintivas, modificándose

en los distintas épocas.

A pesar de no poseer la evidencia biológica de la

maternidad, su rol estuvo siempre escrito en la ley

social. Su función simbólica era tan fuerte, que él

podía prescindir de las relaciones privadas con el

hijo (Castelian-Meunier en l99l)(2).

Un estudio realizado por M. Lamb(3-4), expresa

muy claramente los cambios producidos en el rol

paterno en la historia norteamericana. Con algunas

variaciones, el mismo puede reflejar las características

de dicha evolución en la sociedad occidental

en su conjunto:

Padre como modelo de moral cristiana

Esta etapa se extiende desde la época colonial

hasta fines del siglo XIX. El principal rol paterno era

otorgar a sus hijos una educación cristiana. Un buen

padre era aquel que trasmitía la imagen y el modelo

de “buen cristiano”. La educación cristiana y las

buenas costumbres eran entonces, su tarea fundamental.

Padre como modelo de soporte económico

(comienzos del S. XX)

La industrialización condujo a un modelo diferente

de padre. La necesidad imperativa del hombre

de pasar la mayor parte de su jornada en las fábricas,

produjo un cierto cambio en la conceptualización

del rol paterno. Su función principal fue la de

constituirse en el soporte económico de la familia,

delegando en manos de la madre la crianza y educación

de los hijos. Un “buen padre” era aquél que

proveía materialmente a sus hijos.

Padre como modelo de identificación sexual

A partir de la década del 30, y como resultado de

la Gran Depresión (l929), y más tarde aún, luego de

los cambios producidos por la Segunda Guerra Mundial

(l939-l945), surge en los países occidentales una

nueva concepción de la paternidad.

En efecto, la crisis de los años 30 produjo un

enorme disloque en las estructuras familiares, ya

que,en general, fue el padre quien se quedó sin

empleo. Por lo tanto, el rol de proveedor era difícil

de ser cumplido.

Por otra parte, la partida de los hombres al ejército

durante la Segunda Guerra Mundial, dejó puestos

de trabajo –exclusivamente masculinos– que

comenzaron a ser ocupados por mujeres. Los roles

empiezan a cambiar. La necesidad de un modelo

paterno y la ausencia del mismo son vividas muy

dramáticamente por los hijos, especialmente varones,

en aquellos países que sufrieron las consecuencias

de la guerra.

Investigadores del tema, tales como Levy (l943)(5)

y Strecker, en l946(6), expresan la necesidad de la

sociedad americana de esa época, de contar con un

fuerte modelo parental, en beneficio del bienestar

psíquico de los niños.

Padre “ nutricio”, o etapa del amor parental

(años 70)

Es sobre todo en la década del 70 cuando surge

una nueva imagen paterna. El padre ocupa un espacio

mucho más importante en la crianza de los hijos.

En parte, la incorporación de la mujer al mercado

de trabajo, y por ende, su salida como “reina del

hogar”, ha provocado la aparición de un nuevo modelo

de pareja parental. Ambos comparten habitualmente

las tareas del hogar y la crianza de los hijos.

Por otro lado, la llamada “ revolución masculina”

de fines de este milenio ha influenciado en este

cambio de actitud del hombre hacia sus hijos.

En efecto, una nueva generación de padres descubrió

–a diferencia de sus predecesores– que po•

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dían cambiar al bebé, acariciarlo, alimentarlo,

jugarle, y todo ello sin perder su virilidad.

Así es como comenzaron a cambiar diversas costumbres:

por ejemplo, se incluyó al padre en el

momento del parto y, en algunas sociedades se

instituyó la licencia optativa por paternidad (Suecia

es uno de los países pioneros en estos cambios).

En la vida cotidiana cada vez es más común

observar padres llevando sus bebés en brazos, subiendo

con ellos a los medios de transporte o llevándolos

a las plazas.

Incluso, desde la publicidad, hay en juego una

nueva imagen masculina que intenta servir de modelo.

Podemos pensar que un pionero de este cambio

fue Charles Chaplin, en la película The Kid (El

pibe) realizada en los años 20, donde se encuentra

un hombre muy modesto que encuentra a un bebé y

es él mismo quien lo cría solo, llevándoselo a vivir a

su casa.

Sintetizando, vemos cómo el padre se va alejando

de su antigua imagen construyendo una nueva.

Dice Badinter (7): “ El amor paternal está haciendo

su aparición en la historia de los sentimientos, luego

de haberse despojado de su imagen autoritaria” (pág.

304, l980).

3. El hombre y su masculinidad

Uno de los hechos más notables del fin de este

milenio es el cambio que se está produciendo en

forma “subterránea” entre los hombres. Pues no se

puede pensar que la causa de la aparición del amor

paternal tiene relación sólo con la incorporación de

la mujer al mercado laboral. Este cambio en la actitud

del hombre hacia sus hijos está relacionado con

la identidad masculina.

Trabajos de diversos investigadores, como

Badinter (l992)(8) y Sinay (1994)9, demuestran el

interés que ha tomado este tema, llamado la “Revolución

Masculina”. Este movimiento de los hombres

es considerado por muchos autores el primer proceso

social postmoderno.

El mismo intenta recuperar al hombre natural, ya

que –según sus seguidores– desde la época de la

revolución industrial en adelante, el hombre fue

alejado por la cultura y los mandatos educativos de

lo “masculino profundo”.

“Ese alejamiento ha traído una herida profunda en

el alma masculina, una congoja dolorosa y silenciosa

que no deja de ahondarse”(Sinay)(9).

Según este enfoque, el hombre de la era

industrialista ha sido convertido en una máquina

productiva y por lo tanto, en ese camino se alejó de

sus hijos y también de sus propios sentimientos.

Durante este siglo el camino de la paternidad ha

estado estrechamente ligado al transitado por los

hombres. En la segunda mitad de este siglo, los

hombres han atravesado tres modelos:

3.1. En los años 50 surge el “macho” fuerte, de

pocas palabras y mucho silencio; proveedor y

sin demasiados espacios para desarrollar su

sensibilidad. Este hombre cumplió el rol de

padre “nutricio” con sus hijos, pero manteniéndose

alejado de ellos.

3.2. Al calor del feminismo, de los movimientos

pacifistas en los años 60 aparece un “hombre

cuestionador” (Sinay, l994)(9). Es en estos años

cuando se introdujeron nociones más flexibles

y reflexivas sobre la paternidad.

3.3. En los 70 hizo su aparición el “hombre sensitivo”,

quien comenzaba a tomar conciencia de su

responsabilidad con la naturaleza y con los

hijos. En esta década, el hombre aparecía como

más débil frente a la mujer, pues, si bien atendía

los reclamos más sensibles, no planteaba

sus propias necesidades.

En el terreno de las investigaciones, las mismas

se refirieron a la capacidad del padre de estar junto

a sus hijos, pero equiparando e igualando sus funciones

a las de la madre, sin llegar a captar cuáles

eran específicamente las funciones paternales que

colaboran con el desarrollo del hijo. En efecto, observamos

que la capacidad paternal quedó reprimida

en pos de un rol que la sociedad ha marcado.

Generaciones enteras de hombres tuvieron a padres

que les mostraban su “blindaje”. Trataban a

sus hijos –especialmente varones– de la única manera

en que habían aprendido a tratar a otro varón.

Sin embargo estas concepciones comienzan a

cambiar. La revolución de la masculinidad –fenómeno

que se perfila como un hecho social del fin del

Siglo XX– tiene como uno de sus ejes principales el

cambio del rol paterno.

Pues si bien sabemos que sólo una mujer puede

convertir un embrión en niño, sólo un hombre puede

convertir a un niño en hombre.

Para ello es necesario que el hombre recorra un

camino: el del redescubrimiento de las auténticas

potencialidades masculinas no ejercidas.

La relación padre-bebé: una revisión bibliográfica • A. Oiberman • 69 •

4. Paternidad:

distintas conceptualizaciones

En los últimos 30 años diversos conceptos surgieron

de distintos investigadores, fortaleciendo la

idea del “nuevo padre”. Este concepto, tiene su

origen en trabajos realizados por antropólogos, investigadores

con enfoque psicoanalítico y otras líneas

de trabajo. (Greenberg y Morris, l982(10); Munder

Ross, l982(11); Rascovsky, l98l(12)).

Las siguientes son algunas de estas conceptualizaciones:

a) El modelo de “nuevo padre” (New Father)

En términos generales, se define como “nuevo

padre” a aquél que se compromete con los cuidados

y la crianza de sus hijos biológicos. Así, los elementos

que integran la nueva conducta paternal son: la

interacción, la accesibilidad, la responsabilidad.

Interacción: se conceptualiza tomando en cuenta

el tiempo que el padre comparte con su hijo realizando

actividades conjuntas.

Accesibilidad: es la posibilidad que tiene el niño

de contar con el padre para interactuar.

Responsabilidad: se refiere a la función que asume

el padre en lo referente a las actividades de los

niños, como por ejemplo, escolaridad, salud, reuniones

sociales, etc.

En relación al último componente, investigaciones

realizadas demostraron que existe un mayor

tiempo de dedicación de los padres a actividades de

interacción, en detrimento de actividades de responsabilidad,

que caen cotidianamente en manos

de las madres. (Yodman, l982 )(13)

Otras investigaciones realizadas en EE.UU., demostraron

lo siguiente:

Comparando el tiempo que los padres pasaban

junto a sus hijos, entre l977 y l98l, el mismo aumentó

un 7% (Yogman, l982)(13). Ello implica que la actividad

materna se mantuvo con pocos cambios en

estos años, mientras que ocurrió lo contrario con

los padres.

b) El padre como agente emocional

del recién nacido

Parke y Tinsley (l987)(14) demostraron que el esposo

actúa como soporte emocional de la madre en

el período posterior al nacimiento del bebé. Esto ya

fue planteado por Winnicott (l975) al considerar

que la madre, para ofrecer un buen “holding” a su

bebé necesita ella misma estar adecuadamente sostenida

por su pareja.

Según estos autores, las necesidades del bebé

son percibidas por el padre, complementando las

actividades de la madre.

Sin embargo, el nivel de soporte emocional del

padre hacia la madre está alterado, generalmente,

por la extensión del horario de trabajo de los padres,

y la escasa permanencia en el hogar.

De todas formas, el cambio de algunas prácticas

médicas: el ingreso de los padres a la sala de cuidados

intensivos del bebé, la permanencia de bebés

prematuros durante tiempos prolongados en dichas

salas y las frecuentes visitas de sus padres,

son situaciones que produjeron un fuerte impacto

en el compromiso paternal.

c) La concepción psicoanalítica

de la paternidad

Para Freud y sus seguidores es la madre el personaje

más importante en las primeras etapas de la

vida, y representa el objeto privilegiado del amor

del niño. El padre comenzará a ocupar un lugar

importante en su vida psíquica recién en la fase

edípica, y a través de las fantasías de castración. El

padre representa un elemento separador de la díada

madre-niño, insertándose precozmente entre ellos

(Lebovici y Cremieux, l970)(15).

Mahl (l982)(16), quien realizó una revisión de la

evolución de las ideas de Freud a propósito de la

relación padre-hijo, descubrió una temprana psicología

padre-hijo, subyacente a la teoría de la interpretación

de los sueños.

En efecto, fue este autor quien descubre –investigando

en la temática de los sueños analizados por

Freud– aspectos teóricos acerca de la relación padre-

hijo que van más allá del descubrimiento del

complejo de Edipo.

Sin embargo, con excepción de Mahl, la mayoría

de los trabajos de orientación psicoanalítica han

dado como seguro que es la madre quien tiene un

rol esencial en los primeros años de vida del niño.

Ella es la intermediaria necesaria entre el padre y el

niño (Winnicott, l975)(17).

Para Lacan (l966)(18), el padre es quien se introduce

entre la madre y el niño, provocando su separación

y permitiendo al hijo su acceso al mundo exterior.

El padre es la representación simbólica de la

ley y la autoridad.

En resumen, para el modelo psicoanalítico, el

padre representa el mundo exterior, la autoridad y

la ley. Su relación con los hijos está intermediada

por la madre siendo ella la figura esencial en las

primeras etapas de la vida.

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5. La perspectiva de la

investigación sobre el paternaje:

Estudios sobre la

interacción padre-hijo

Lamb M (l980)(3), ha sido uno de los primeros en

trabajar e investigar la relación padre- bebé. Cuestiona

el concepto de Freud de que la relación madrehijo

es única, y el prototipo de las futuras relaciones

de amor. Sugiere como más razonable concebir el

desarrollo de la personalidad del niño, en el contexto

del sistema familiar en el cual el bebé se integra,

relacionándose con la madre, el padre y los hermanos.

Este investigador estudia la naturaleza del vínculo

padre-bebé. De acuerdo a sus estudios, durante el

primer año, los comportamientos de apego no varían

significativamente entre la madre y el padre. Pero, los

niños se relacionan con ambos padres en forma diferente.

Para lograr protección, ellos buscan primero a

la madre que al padre. Pero en situaciones tranquilas,

desde los l3 meses en adelante, se apegan a ambos

padres indistintamente. Los varones desarrollan preferencias

por su padre en el segundo año de vida.

Así como Lamb, otros investigadores han demostrado

que los lactantes viven de manera diferente

las experiencias que aportan sus madres y sus padres

(Kestenberg, l98l)(19).

Las interacciones padre-bebé tienen un caracter

más físico, más estimulante que la interacción madreniño.

Los padres realizan con sus hijos juegos más de

índole física que las madres.

La investigación de Power y Parke(13) realizada con

padres y bebés de ocho meses, concluyó que las

madres juegan con sus hijos mostrándoles un juguete,

hablándoles o moviéndoles el osito, mientras que los

padres realizaban juegos físicos con sus hijos.

Comportamiento paterno con respecto al sexo

Es Russell G (l978)(20) quien plantea que el rol del

sexo juega un importante factor en relación a la

participación del padre en el cuidado del niño pequeño.

El escribe que aquellos padres “androgynous”

participan más en los cuidados de los hijos de aquellos

padres descriptos como masculinos (25 % más

que los otros que sólo participan un l0%)

En relación al sexo de los hijos, se ha comprobado

la diferencia de comportamiento de los padres

frente a los niñas y a los varones (Block, l979)(21).

Varones y mujeres reciben diferentes mensajes de

sus padres, especialmente de sus papás: para los

varones el mensaje es “hazlo bien”, para las

niñas,“tómate tu tiempo” (Parke)(13).

En efecto, los padres pasan más tiempo con sus

hijas brindándoles más ayuda y protegiéndolas frente

a situaciones de competencia, mientras exigen a

sus hijos varones más conductas de éxito.

Por otra parte, siguiendo las investigaciones de

Berman y Pedersen(l987)(22), se comprobó que aquellos

bebés que alrededor de los cinco meses de edad

mantenían un estrecho contacto con el padre, podían

llegar a gozar de la presencia de otro adulto sin

mayores dificultades.

Los trabajos de Kotelchuk (l976)(23) comparando

tres grupos de niños, un grupo muy apegado al

padre, el segundo con una relación no tan estrecha

y un tercer grupo con padres desinteresados, demostraron

lo dicho anteriormente: aquellos niños

con estrecho contacto con el padre, aceptaban mejor

las situaciones y las personas extrañas.

Además de estos descubrimientos, la presencia

sistemática del padre desde los primeros meses de

vida del bebé estimula la relación del niño con sus

padres y su propia habilidad para hacerse de amigos

(Waters E. et al.)(24).

Se puede concluir que los padres juegan, evidentemente,

roles diferentes de las madres en el desarrollo

de la personalidad de los hijos. Los padres no

pueden ser considerados ocasionales sustitutos

maternos. Ellos interactuan con sus hijos en un

camino único e indiferenciable. Y las interacciones

maternas y paternas, tienen implicancias diferentes

en la vida psíquica de los niños.

6. Estudios de la presencia del padre

en el momento del nacimiento

En las últimas décadas la participación del padre

en el momento del nacimiento fue incrementándose.

Revistas de divulgación publicaron artículos sobre

la influencia positiva en la relación padre-bebé, a

partir de la presencia del mismo en el momento del

parto.

Las investigaciones sobre el tema han tenido en

cuenta las siguientes nociones (Palkovitz, l985)(25):

• El contacto temprano entre el padre y el bebé,

en la sala de partos o en los momentos inmediatamente

posteriores al mismo.

• El contacto extenso, que consiste en las posibilidades

que tiene el padre de interactuar con el niño,

en los días posteriores al parto, ya sea en el hospital

o en el hogar.

Con respecto al contacto temprano se observó

que el mismo incrementa y facilita el amor paternal.

La relación padre-bebé: una revisión bibliográfica • A. Oiberman • 71 •

Los padres que tuvieron a sus recién nacidos en

brazos, jugaban más con ellos a los 3 meses de edad,

que aquéllos que no habían participado de la experiencia

.

Sin embargo, otros estudios no encontraron diferencias

en las conductas posteriores de apego entre

los padres que presenciaron el parto y tuvieron un

contacto estrecho con el recién nacido , y los que no

pasaron por dicha experiencia (Greenberg y Morris,

l982)(10).

Según estudios transculturales, sobre l20 culturas

diferentes, tan sólo el 27% admite la presencia

del padre en el momento del parto (Palkovitz, l985)(25).

Un estudio particular: el “ engrossement”

En lo referente al contacto temprano, los estudios

de Greenberg y Morris (l0) arrojaron resultados

altamente satisfactorios.

En efecto, estos autores descubrieron –a través

de un estudio realizado sobre dos grupos de quince

padres: un grupo que participó en el parto y el otro

que no lo hizo– lo que ellos han denominado el

“engrossement”.

Para nuestra lengua no existe un vocablo que lo

pueda traducir. Esta expresión implica varias cosas

para el padre en el momento del nacimiento del hijo:

Se trataría de un potencial innato que tiene el

padre y se desarrolla en el momento del nacimiento.

Implica:

• estar totalmente absorvido por la presencia del

bebé.

• manifestar preocupación e interés ante el nacimiento

del hijo.

• expresar una emoción intensa ante el nacimiento.

• sentir una intensa y característica emoción al

verse convertidos en padres.

Este trabajo –exclusivamente basado en cuestionarios

entregados a los padres, tanto a los que

habían presenciado el parto como a los otros– arrojó

los siguientes resultados:

El 97% (27 sobre 30 padres) definió su propio

sentimiento paterno de medio a alto.

El 67% (20 sobre 30 papás) lo “verificó” inmediatamente

después del nacimiento. En este caso la

pregunta consistía en: “¿Cuándo se dieron cuenta

que el niño era suyo?”

El 97% (29 sobre 30 hombres) estaban satisfechos

con el sexo del bebé.

El 90% se consideraba capaz de distinguir sus

hijos de los otros. Los que presenciaron el parto lo

podían reconocer siempre, mientras que los otros

sólo podían reconocerlo algunas veces.

Por otra parte, ambos grupos no pudieron distinguir

el llanto de su bebé del de los otros (7 sobre 30

padres) y tampoco podían atribuír al llanto un determinado

significado (59%).

El 90 % estaba de acuerdo en compartir con la

mujer el cuidado del bebé.

Y el 77% se consideraban dispuestos a tomar el

bebé en brazos.

De las entrevistas surgieron las siguientes características

del “engrossement”:

1) Conciencia “visiba” del neonato: el padre lo

percibe como una criatura, como un individuo. Existe

una concientización del bebé, y ello es también

suscitado en el padre a través del rostro del hijo,

que repercute mucho en el padre.

2) Conciencia táctil del neonato: existe de parte

del padre un deseo y placer intenso ante el contacto

fisico con el hijito recién nacido.

3) Conciencia de las características del neonato:

los padres son concientes de las características del

bebé.

4) El bebé es percibido como perfecto.

5) El padre siente un fuerte sentimiento de atracción

en la confrontación con el hijo, que lo lleva a

centrar la atención en el mismo.

6) La paternidad es vivida como una experiencia

de extrema exaltación. Generalmente, en los primeros

momentos el padre esta como “fuera de sí”,con

una sensación de euforia. Casi todos los padres

probaban este sentimiento y lo mantenían hasta los

2 y 3 días después.

7) El padre –ante el nacimiento del hijo– adquiere

un mayor sentimento de autoestima.

“Tengo la sensación de haber obtenido algo de mí,

lo he hecho yo y es mío …” (dice un padre)(10).

Además la normal actividad del bebé y su comportamiento

amplian el “engrossement” del padre.

Sintetizando, se observa lo siguiente:

No hay diferencia significativa entre los padres

que asisten al parto de aquellos que no asisten. Los

primeros contactos con el hijo permiten el desarrollo

de este sentimiento que se intensifica ante la

actividad del recién nacido.

Para finalizar, se puede pensar que el padre es una

presencia vital, desde la cual el niño extrae los elementos

necesarios para articular su propia identidad.

Y, a pesar que el hombre tiene un equipo

psicobiológico innato menos dotado que el de la

mujer en relación a la crianza del bebé, ello no le

impide cumplir un rol en el cuidado del mismo.

Las diferencias en el estilo paternal y maternal

tienen que ver con las contribuciones biológicas

diferentes. La madre y el padre se complementan y

posibilitan mayores efectos en la socialización y

desarrollo del niño.

• 72 • Rev. Hosp. Mat. Inf. Ramón Sardá 1994, XIII, Nº 2

Bibliografía de referencia:

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Nadienegaráquelaeducacióndelajuventudesunodelasprincipalesobjetos

dellegislador, puestodoslosEstadosquenosehanocupado

suficientementedeestepunto, hanexperimentadogranperjuicio.

Aristóteles (384 a 322 a.C.)

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